Las representaciones de lo fantástico en las artes plásticas siempre han sido ligadas a la idea de lo surreal, ya que éstas se tratan de traslaciones de imágenes inexistentes al mundo del arte por medio de la asociación mental libre, sin la intromisión censora de la conciencia; lo anterior se podría definir como una transferencia de actividad onírica a la realidad material, misma que se concreta en el objeto artístico.
En este sentido, las obras de Mario Martín del Campo podrían considerarse como surreales o mágicas, ya que no obstante su perfecta definición formal y la escrupulosa aplicación de la técnica, se apartan del realismo artístico por la inusitada asociación de objetos irreales con otros preexistentes, así como por las transformaciones de su contexto en una atmósfera delirante, creando así un universo figurativo propio en el que, si bien persisten elementos reconocibles extraídos de la naturaleza o del entorno, en el corpus general se mezclan la invención con la naturalidad, para integrarse como un todo dentro de un nuevo imaginario muy personal.
Lo anterior se convierte en una característica extensiva a toda su producción plástica, y cobra un sentido más claro al contraponer lo bidimensional, la pintura y el dibujo, con sus objetos: escultura, objet trouvé, found art o ready-made; estos últimos se tratan de construcciones no escultóricas que podrían definirse como ensambles a partir de cosas simples y cotidianas, las cuales fueron intervenidas, modificadas, adaptadas e interpretadas, y que el artista encontró a través del azar objetivo por el que las descubre y las elije, para transformarlas en objetos híbridos mecánicos, cuyo funcionamiento se entiende únicamente en el plano de lo simbólico, creando así una metamorfosis significativa surgida entre lo real y su apropiación; en ellos se combinan perfectamente la síntesis formal de las construcciones con la fantasía surreal y desbordante de la idea.
Por lo que podemos decir que su obra trata de crear poesía a partir de temas cotidianos, basados en la técnica surrealista de la yuxtaposición irracional y la evocación a la nostalgia, abriendo la puerta al subterfugio y al pretexto artificioso para evadir la realidad a través de la alucinación quimérica que provoca en el espectador la contemplación de su trabajo.